La Furia Roja ha dejado una huella imborrable en el fútbol sudamericano al ser el único club peruano en conquistar la Copa Sudamericana, un logro que le otorga prestigio y respeto en cada competencia internacional a la que se presenta. Con ese antecedente histórico, el cuadro cuzqueño encara este nuevo desafío con la confianza de haber liderado su grupo de manera sorprendente, superando las expectativas tanto de seguidores como de críticos. No obstante, el panorama que ahora enfrenta resulta más complejo, ya que su rival llega con la experiencia reciente de disputar la Copa Libertadores, lo que eleva la exigencia del duelo y convierte el cierre de la llave en una verdadera prueba de carácter y de capacidad para sostener su condición de equipo referente del fútbol peruano en torneos continentales.
Los Celestes han logrado consolidarse como un participante constante en torneos internacionales, por lo que disputar estas instancias se ha convertido en parte de su identidad competitiva. Su experiencia en escenarios de altura les otorga una ventaja particular, ya que, acostumbrados a jugar en La Paz, no ven en el Cuzco un reto físico fuera de lo común. Bajo la conducción del técnico argentino Flavio Robatto, el club llega fortalecido no solo por su recorrido en la región, sino también por el respaldo económico que lo posiciona como la institución más sólida del fútbol boliviano. Gracias a ello, dispone de un plantel de calidad que le permite afrontar con seriedad tanto la Copa Sudamericana como la Copa Libertadores, proyectándose como un rival con la capacidad de competir de igual a igual y con claras aspiraciones de alcanzar instancias decisivas en ambas competiciones.
